No obstante su cada vez más prometedora trayectoria, se percató de que algo falta en su vida: “Un día entré en la iglesia de santa Anastasia, en Roma. Buscaba de alguna manera la ayuda de Dios. Se me acercó un sacerdote y me dijo: “¿qué quiere de Él?”. Yo le dije: “Nada. Soy una pecadora”. Cuando me hizo la señal de la cruz en la frente, sentí que mi corazón se abría y se llenaba de Jesús. Las rodillas se me doblaron, me tuve que sentar y empecé a llorar”.
Aquel momento fue la causa que llevó a Claudia a ya no desnudarse en el cine y a hacerse formadora de una nueva generación de actrices con principios. Ha impulsado la Star Rose Academy, además de ayudar como voluntaria en brigadas de ayuda que van a África. “Por sed de amor me vi envuelta en historias equivocadas. Quería probar emociones fuertes pero nadie realmente me había enseñado a vivir. Lo más extraordinario para mí ha sido descubrir que el Señor venía en mi ayuda, a pesar de mi condición de gran pecadora”, relata Koll.